lunes, 4 de febrero de 2013


Corruptors i corromputs


Articulo de Joan Carles Gallego
Secretari General de CCOO Catalunya

La indignación social crece ante los casos de presunto corrupción. Porque detrás está la conciencia de que lo que está en cuestión es la igualdad ante la ley, que es el principio básico de funcionamiento democrático de la sociedad. Corromper o corromperse es "alterar una sustancia volviéndola putrescent, insana", o, en otra acepción, "inducir (un juez u otra autoridad) a obrar ilegalmente" y para ello se necesitan corruptor (que corrompe) y corrupto (corrompido, que se deja o se ha dejado sobornar, pervertir o viciar).
Indigna saber que estamos ante unas prácticas de tráfico de influencias, de favores, de compra de facilidades, etc... Especialmente en momentos donde la mayoría de la sociedad ve como se le arrebatan derechos y aumenta la desigualdad y la pobreza. Parece que quien se ha dedicado a repetir insistentemente la cantinela de "habéis vivido por encima de sus posibilidades" haya tenido todas las facilidades para vivir muy por encima de sus necesidades, sin ética ni moral.
No indignan los "sobres", indigna saber que estamos ante unas prácticas instaladas que se utilizan en beneficio particular y que tienen importantes costes sociales (sean económicos para sobrecoste, opacidad o no tributación o sean en términos de desconfianza en las instituciones).

Es lamentable que en este contexto el Presidente de la CEOE haya hecho unas declaraciones donde ha equiparado corrupción y fraude fiscal a gran escala en "picaresca" del país. No sé si es una opinión personal del presidente de la CEOE o es la traslación de un posicionamiento de las organizaciones patronales que tienen asumido que la forma de hacer negocio en este país es la picaresca. En todo caso parece poco edificante que las organizaciones empresariales no sean beligerantes ante las presunciones de corrupción. Las prácticas de favor, la opacidad en las relaciones con las administraciones, dificulta la mejora de la competitividad de las empresas, ya que la falta de transparencia dificulta la innovación. Desgraciadamente esto explica sobrecostes, retrasos, malos acabados o cualidades, que acabamos pagando la ciudadanía en su conjunto.

El escándalo Bárcenas no puede ser uno más de la lista de casos Naseiro, Millet, Noosa, Pallerols, Mercurio, etc. Corremos el peligro de que la aparición periódica de casos de corrupción y la falta de respuesta política y judicial clara alimenten el descrédito de la política y la desafección hacia todos los políticos. La peor respuesta es seguir instalados en el "todos los políticos son iguales" o "la política no sirve para nada", porque ni es cierto que todo el mundo haga lo mismo, aunque no sea posible cambiar el actual estado de cosas. La corrupción no es el estado natural del país, sino que es el resultado de unas prácticas que se basan en una opción política, pero también de unas prácticas y opciones empresariales. Se puede superar legislando y dotando de instrumentos de control y de inspección suficientes y penalizando convenientemente. Habrá que cambiar las leyes, pero sobre todo las prácticas. Y habrá que asuman las responsabilidades personales y políticas. Desde la impunidad no se creíble la voluntad de cambiar.

Hay que hablar de regeneración democrática pero es necesario también la censura de los protagonistas de estas prácticas y algunas dimisiones, poniendo a disposición de la ciudadanía los cargos por los cuales fueron elegidos. La sospecha de amoralidad y falta de ética de los gobernantes no se soportable democráticamente. No hay corrupción sin corruptos, y estos son tanto los corruptores como los corrompidos.

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